miércoles, 10 de septiembre de 2014

Errores en la Alimentación Infantil.


Errores en la Alimentación Infantil
 ¡Los cometemos los padres! 


Lo padres y adultos influyen en la alimentación de los niños
 y en la capacidad de elección de ellos. 

Si bien la comida es necesaria para que los chicos crezcan sanos y fuertes, muchas veces los sobrealimentamos con alimentos de mala calidad nutricional, y olvidamos que el tamaño de la porción de los niños debe ser menor a la de un adulto. 
   Cada vez se ven más bebés y niños de poca edad con mamaderas o vasitos de gaseosas, jugos industriales, mate o café. Los niños no eligen esas bebidas. Somos los adultos quienes creamos la percepción de que a ellos le va a gustar más. Justamente cuanto más chicos son los niños más cuidado hay que tener con los alimentos ya que su sistema digestivo no se encuentra completamente desarrollado y puede ocasionarle alergias o molestias gastrointestinales. Los padres se quejan de que sus chicos son hiperactivos, que no frenan nunca, no duermen, piensan en llevarlo a terapia... digo yo... ¿no piensan primero en la cantidad de cafeína y azúcar que tienen las bebidas que les dan? Una carga de cafeína de algunas cucharitas de café o de unos sorbos de bebida cola más el azúcar que contienen éstas y los jugos industriales son muy elevados para que su cuerpito logre metabolizarlos correctamente. 

Debido al gran peligro que significa la cocina para los niños, los adultos los alejamos de ella. Pero perdemos de vista que es muy importante que los niños puedan relacionarse con los alimentos y los conozcan para así después animarse a probarlos. Muchos estudios científicos confirman esta teoría. 
Si los niños participaran más en la elaboración de sus propias comidas, interiorizarían y se familiarizarían mejor con lo que después va a ser su alimento. 

Otro error que solemos cometer es obligarlos a seguir comiendo cuando refieren que ya están llenos. Recordemos siempre que su estómago es como el de una pelota de golf! No es necesario estirarlo desde pequeños, sino podremos estar predisponiéndolo a padecer obesidad con el transcurso de los años. Incluso también los niños rechazan por rebeldía los alimentos que les son impuestos. ¡Por eso hay tantos chicos que no les gusta comer sus vegetales! Si uno obliga, crea rebeldía. Otro error frecuente es que pretendemos que los chicos consumas su ensalada mientras los padres comemos milanesa con papas fritas; los chicos imitan a sus padres, a tener en cuenta esto siempre. Lo mejor, es decorar sus platos, hacerlos divertidos, buscar diseños y copiarlos para que llamen la atención de los más pequeños. 
  
 Cuando escondemos los alimentos chatarras o las golosinas, sólo aumentamos aún más el deseo por ellos. Ésto fue comprobado por muchos estudios en el campo científico; cada vez que escondemos o nos privamos de algo aumenta la respuesta dopamínica generando aún más el deseo y anhelo. Lo ideal entonces es hablar sobre el consumo racional de golosinas y hacer de nuestro hogar un ambiente sano en el cual no se encuentren a diario alimentos de mala calidad nutricional. 
  Otro punto a tener en cuenta es el uso de la comida como premio o castigo. La comida, con lo importante que es debe tener su espacio, su tiempo, su lugar y su control. Si premiamos con un postre o golosina una determinada conducta generamos en el niño más deseos y ansias por ese alimento de mala calidad nutricional, ya que nosotros lo colocamos en un pedestal como si fuera el mejor de los premios. 
  
¿Y si lo probó y no le gustó? Con precaución y cautela no hay que dejar de insistir. Todo es cuestión de ingenio, de disfrazarlo, de cocinarlo de diferentes maneras, de colocarlo en diferentes preparaciones. Insisto, ¡la comida entra por los ojos! entonces preocupémonos por presentar el plato de la mejor manera posible para que no parezca una comida de hospital. Una persona tiene que probar al menos 10 o 15 veces un alimento para determinar que le cae mal, o que no le gusta, y todas ellas en distintas formas de preparación, pero estos intentos deben ser espaciados, es decir esperar una semana al menos entre intento e intento para no sobrecargar al niño con ese sabor que primero le resultó desagradable. 

 Por otro lado, si como padres vivimos a dietas estrictas, contando calorías, eliminando alimentos de nuestro menú diario y demonizando tipos de alimentos generamos en los niños la misma reacción nuestra. Así se genera que los niños eliminen de sus dietas alimentos que son importantes para ellos y no tendrán como referente lo que en realidad es una alimentación sana y equilibrada. Por ello es importante que como padres cuidemos nuestros actos y nuestras palabras con relación a la comida. 




Siempre digo, si un niño es obeso hay que trabajar también con sus padres, abuelos, tutores o quien esté con él la mayor parte del día para comprender cada comportamiento frente a la comida. Todos podemos darnos gustos de vez en cuando, pero como padres tenemos la responsabilidad de cuidar a nuestros hijos y preocuparnos para que crezcan saludables. 


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